La preparación no había sido la más idónea por unos motivos u otros no conseguía pasar de los 60 km semanales frente a los 100 de media del año anterior, a cambio los entrenamientos estaban siendo más intensos, con más calidad; finalmente, con la llegada de las vacaciones, comencé a meter más kilómetros, la cosa funcionaba, seguía también con series, estructurando los entrenamientos, pero se cargó el aquiles, supongo que de correr por la arena de la playa, y me planteé no correrla este año, incluso intenté anular mi suscripción, ya era tarde, por tanto no tenía nada que perder, me colgué la mochila, llené las botellas de agua y me coloqué por segundo año consecutivo frente a la pancarta de salida.
No tenía claro si podría terminar, y si era así, en que tiempo lo haría, mi primera intención era entre 14 ó 15 horas pero con todos los problemas tan solo pensaba comenzar con un ritmo cómodo, 6'30'', andar en las cuestas más pronunciadas, y parar lo justo en los avituallamientos. Con más miedo que otra cosa me presenté en Manzanares, km. 42, en 5 horas, aquí comenzaba la carrera...
Los cruadiceps empezaron a notar la falta de kilómetros en los entrenamientos, pero mi cabeza comenzó a funcionar, mandando órdenes, una vez que te colocas un dorsal tienes que terminar y hacerlo de la mejor forma posible, con esa lucha fueron pasando los kilómetros, en soledad, los entrenamientos de calidad, las series largas, se notaban, pero las piernas cada vez tenían menos fuerzas. La nutrición también es un punto que estuve entrenando y en ese aspecto no he tenido ningún problema de pájaras ni nada parecido, a groso modo, he estado enseñando al cuerpo a usar las grasas como combustible principal en lugar del glucógeno, entrenando en ayunas y llevando una dieta muy baja en hidratos, derrumbando mitos, y consumiendo en torno al 70% de las macros diarias en grasas, y el resultado ha sido espectacular en cuanto a rendimiento y perdiendo esos 4 kilitos que me sobraban y no quería llevar de lastre.
La subida a la Fuenfria ha sido prácticamente un descanso, lo he hecho como el 90% de los participantes, andando y disfrutando de nuestra sierra de Guadarrama. Pero de aquí a Segovia nos quedan unos 22 km de bajada casi constante, que, según tenía ya los cuadriceps, fueron un calvario constante, una vez más se demuestra que la cabeza en estas carreras juega un papel fundamental puesto que era en realidad el motor que me impulsaba a correr, no se ritmos porque a estas alturas el gps se había quedado sin batería, pero lo suficientemente rápido como para adelantar a muchísimos corredores en estos kilómetros finales y terminar esta última media maratón en poco más de dos horas.
La entrada en Segovia fue escalofriante, lo había conseguido, ya nada me podía detener, perdí unos segundos en enjuagar alguna lágrima y me fui hacía el acueducto a recoger mi premio, sordo, ciego pero feliz, crucé el arco sin darme cuenta, buscando el crono, estaba detrás, marcaba 13:56, una sonrisa se dibujó en mi cara, una palmada y un BIEN! salió de mi boca, un bien de alivio, orgullo y alegría.
En ese momento, y durante gran parte de la carrera pensé que ya era la última, pero según fueron pasando las horas me daba cuenta que no podía ser, que esta es mi carrera, que hay que prepararla mejor, eso sí, pero que no quiero perderme ninguno de sus puntos kilométricos, ni el apoyo de toda la gente que nos anima por el recorrido y por supuesto no quiero perderme la estupenda labor de los voluntarios, sus ánimos y como nos miman, muchas gracias compañer@s, nos vemos en la VII edición.
Anécdotas este año pocas porque iba demasiado pendiente de las reacciones de mi cuerpo, pero si hubo una graciosa en el alto de la Fuenfria, un voluntario nos ofrecía ositos de gominola, de colores, pero me decía coge el verde que te dará suerte, me lié, olvidé cogerlo tras sellar y reponer y me fuí, el chico me llamó, ehh, tu osito verde, ja ja ja, me di la vuelta y se lo cogí, creo que me dió buena suerte, no en vano son los colores de CAS.